Las noticias que nos llegan y que leemos de la economía inglesa son verdaderamente aterradoras.

La quinta economía del mundo está pasando una situación muy difícil.

La elevada inflación, que se sitúa ya en el 11,1% interanual al mes de octubre, junto con la subida de los tipos de interés, han contribuido a agravar la crisis del coste de la vida que ya sufrían los británicos.

Los elevados precios de la energía, la subida de las cuotas de las hipotecas y los precios de una cesta de la compra que, en el Reino Unido, son todavía peores que en el continente europeo por culpa del Brexit.

Los precios del gas y el petróleo representan el 40% de esa subida de precios y muchas empresas están despidiendo empleados para afrontar los altos costos financieros y de la energía.

Mas 500 mil empleos se han perdido en los últimos meses y para colmo, el Banco Central de Inglaterra tuvo que salir en defensa de los fondos de pensiones para que no colapsaran comprando bonos viejos que había caído de valor por unos 50 mil millones de libras.

La economía inglesa ya está en recesión, según los expertos, con dos trimestres consecutivos de caída del PIB y lo mismo se espera para el último trimestre.

Las filas de gente en lugares donde se ofrece comida gratis se alargan cada día y la pobreza se agudiza.

Para los próximos días se esperan medidas fiscales para aumentar los impuestos y reducir gastos con el fin de cubrir una brecha de 60 mil millones de libras, lo que ahondará la crisis.

Obviamente, de caer la economía inglesa en una situación de bancarrota, el efecto sistemático se sentirá en todas las economías del mundo.

En menos de 4 meses, tres primeros ministros y la muerte de la Reina han socavado la confianza de la gente.

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