Por: Aquio Rubio

Las festividades navideñas y la llegada de un nuevo año suelen provocar la mayor alegría en los dominicanos que tradicionalmente dejan para esta época las grandes cosas que realizan en sus vidas, las cuales van desde un vestido nuevo, la gran comida y la fiesta más extendida.

El país, como gran parte del mundo, ha tenido la mitad de una década cargada de problemas que van desde la terrible pandemia del Covid-19, hasta las confrontaciones bélicas con grandes daños a la humanidad, lo que incluye fenómenos naturales y desmanes políticos que han sacado de sus cabales a naciones y grupos sociales, cuya respuesta se ha tornado en violencia, falta de honestidad y la caída estrepitosa de los valores éticos y morales.

Ante la crisis, el dominicano siempre ha dado muestras de valentía, de entrega y estoicismo, ha salido siempre a flote con buen rostro y disposición de seguir, ejemplo que deben imitar las generaciones actuales y del porvenir, para liberarse de los vicios, de las ataduras cibernéticas y de las miserias de la politiquería.

La fe del dominicano es grande y por más valiente y bravo que aparente en momentos de ira, siempre termina arrodillado y pidiendo a Dios su intervención y que se haga su voluntad.

En estas navidades, propicio ha de ser cada momento para reflexionar sobre las grandes dificultades generadas por los males señalados, para cumplir una vez más con este gesto de amor, de comprensión y aclamación al espíritu de alegría que nos trae la ocasión, para olvidar lo malo y disfrutar de lo bueno.

Es tiempo de que el país tenga un respiro, paz. alegría y el disfrute sin traumas, de un espacio de tiempo que no se ha tenido como es la tradición, en lo que va de la presente década.

Olvidar los problemas para que resurja en nosotros esa alegría que siempre nos llena como ciudadanos amorosos y comprensivos, es un ruego que debe estar presente en nuestros labios, para que el espíritu de la Navidad nos cubra con amor. ¡Feliz Navidad!

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