Pasaban 39 días y 20 horas desde el inicio del cierre parcial del Gobierno más largo de la historia de Estados Unidos cuando la chispa del acuerdo prendió en el Capitolio. Fue al filo de las 19:00 de este domingo, con las primeras noticias de que demócratas y republicanos habían llegado a un principio de entendimiento en el Senado para reabrir el grifo de la financiación de la Administración federal, cerrado desde el 1 de octubre.
Tras 14 votaciones fallidas, una nueva propuesta —presentada horas antes por los republicanos de la Cámara alta, con su líder, John Thune, a la cabeza— logró convencer a ocho senadores rivales, entre los que se encontraban los negociadores: Tim Kaine (Virginia), Angus King (Maine) y Jeanne Saheen y Maggie Hassan (Nuevo Hampshire). Con ellos, la bancada conservadora (que tiene 53 escaños y un disidente, el veterano Rand Paul, de Kentucky) sumaba así los 60 votos necesarios para conquistar la mayoría cualificada exigida por las reglas del filibusterismo del Senado para sacar adelante decisiones de calado; por ejemplo, las presupuestarias.
Ese acuerdo no es aún la última parada de la travesía de eso que los familiarizados con la jerga de Washington llaman shutdown, y que en esta ocasión ha provocado la suspensión del programa de cupones de alimentos para millones de personas necesitadas, empujado a miles de funcionarios, privados de sus sueldos, a las colas del hambre y sembrado el caos en aeropuertos por todo el país. Se trata más bien del principio del final del cierre.
Aún quedaban tres votaciones extraordinarias en la Cámara alta antes del final de una jornada que normalmente es de descanso en el Capitolio, pero que este domingo hizo una excepción dadas las circunstancias. Después, el pacto viajará a la Cámara de Representantes para su ratificación y la posterior firma del presidente, Donald Trump. Ese proceso puede durar varios días.
El acuerdo, cuyos detalles aún no están del todo claros, garantiza la financiación de la Administración federal hasta el 30 de enero. Entonces, si persiste la falta de sintonía entre ambos partidos, la pelea podría volver al punto de partida y provocar un nuevo cierre.
El proyecto presupuestario incluye una disposición con un punto que los demócratas buscaban: la readmisión de los empleados federales despedidos durante el cierre, y la garantía de que no habrá más ajustes masivos de plantilla hasta finales de enero. También destierra la amenaza lanzada por Trump de que los funcionarios no recibirían, como es costumbre, el pago retroactivo por los salarios no ingresados durante estos 40 días. Y financia el programa de cupones de alimentos hasta finales de 2026.
Fuera queda la gran aspiración demócrata: evitar que prescriba al final de año el programa de subsidios sanitarios acordados durante la pandemia como parte de la ley conocida como Obamacare (ACA son sus siglas en inglés). El pacto de este domingo solo incluye el compromiso republicano de que habrá una votación aislada en el Capitolio sobre ese asunto. Teniendo en cuenta la distribución de poder entre ambos partidos, es altamente improbable que salga adelante.
Trump contra las aseguradoras
Tampoco ayuda la postura de Trump sobre el ACA. El presidente estadounidense ha llegado a proponer durante el fin de semana en su red social, Truth, que lo ideal sería que el dinero del Obamacare se diera directamente a los ciudadanos para saltarse a las “aseguradoras chupópteras”. Trump también ha sido en los últimos días especialmente persistente a la hora de pedir a los suyos en la Cámara alta que se deshicieran del filibusterismo. Finalmente, no hizo falta.
El líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, lanzó el viernes su propia propuesta para reabrir el grifo del gasto público. Pedía como condición un aplazamiento de un año de los subsidios del ACA, para, a partir de ahí, negociar con la otra parte con la Administración abierta, como llevaba semanas pidiendo Thune.
“Los republicanos solo necesitan decir que sí”, les interpeló Schumer. Pero estos respondieron inmediatamente que no. Este domingo, en un discurso en el Senado, el líder demócrata anunció que no apoyaría la última propuesta rival, porque “es insuficiente para afrontar la crisis de la sanidad estadounidense”. “Que no quepa duda, el pueblo estadounidense sabe quién está causando este trauma en el sistema de salud: Donald Trump y el Partido Republicano”, afirmó Schumer, antes de vaticinar que sus compatriotas “recordarán su intransigencia [republicana] cada vez que tengan que pagar una suma exorbitante por sus seguros médicos”.
Cinco de los ocho senadores que decidieron finalmente votar con los republicanos se justificaron en una conferencia de prensa conjunta diciendo que el acuerdo alcanzado era “el único posible tras seis semanas en los que el pueblo estadounidense ha sufrido por el cierre”, según dijo Kaine. También insistieron que haber arrancado el compromiso de un voto separado sobre el programa ACA servirá “para que los republicanos se retraten ante los votantes”.
La decisión de estos senadores de romper la unidad que venía mostrando su partido en estos casi 40 días abre una crisis interna (otra) en la formación, a la que le ha durado poco la alegría de las victorias electorales contundentes cosechadas en Nueva York, Nueva Jersey, Virginia y California la semana pasada. Estas supusieron una inyección de confianza cuando justo se cumplía un año de la fenomenal derrota de Kamala Harris frente a Trump en las presidenciales de 2024.
Todo indica que el acuerdo se ha precipitado tras la decisión de la autoridad aérea estadounidense (FAA, por sus siglas en inglés) de ordenar desde la madrugada del viernes la cancelación de centenares de vuelos en los 40 principales aeropuertos de Estados Unidos para hacer frente a la saturación aérea por las bajas o renuncias de los controladores, empleados federales afectados por el cierre del Gobierno. El domingo se suspendieron más de 1.600 vuelos y los retrasos siguieron aumentando en la tercera jornada de la aplicación de una medida con pocos precedentes.
El bloqueo administrativo tiene cerradas o con baja actividad a decenas de agencias federales por falta de fondos. Los casi 13.000 controladores aéreos y los miles de trabajadores de seguridad de los aeropuertos llevan sin cobrar su salario desde el 1 de octubre. Muchos han decidido cogerse bajas para buscar otra fuente de ingresos con la que poder hacer frente a los gastos domésticos.
Otra desagradable consecuencia del shutdown ha sido la pelea entre la Administración de Trump y los demócratas —con la intervención de un par de jueces federales y, finalmente, el Supremo— por el programa de cupones de alimentos (SNAP son sus siglas en inglés), vital para 42 millones de estadounidenses. El Gobierno ha luchado lo indecible para no pagarlos a partir de la semana pasada. Este domingo se supo que incluso había ordenado a los Estados que recuperaran el dinero invertido en esos cupones durante el tira y afloja judicial.
Hay 750.000 funcionarios suspendidos de empleo y sueldo, que se temían que el drama continuase hasta poco antes de Acción de Gracias (este año cae el 27 de noviembre) y que este domingo siguieron con lógico interés las noticias llegadas desde el Capitolio. Otros, los controladores entre ellos, tienen la consideración de “esenciales”, y estaban obligados a acudir al trabajo, pero sin cobrar.
Decenas de museos, monumentos y parques nacionales se han visto obligados a cerrar sus puertas o a funcionar sin vigilancia o sin servicios básicos como la recogida de la basura. Si el principio de acuerdo de este domingo cristaliza, podrán reabrir en los próximos días. Será cuando recuperen la financiación pública perdida por la pelea entre demócratas y republicanos.
