Hasta hace poco, Jorge Polanco era uno de esos jugadores sólidos, cumplidores, pero rara vez mencionados fuera de su mercado. Durante casi una década con los Minnesota Twins, fue un pelotero constante: bateador de contacto, discreto, sin el brillo de las superestrellas. Luego vino el cambio de uniforme. Seattle lo recibió con curiosidad, no con fanfarrias. Pero el béisbol, ese deporte que adora las segundas oportunidades, le tenía reservado un capítulo distinto.

En la Serie de Campeonato de la Liga Americana (ALCS), Polanco ha pasado de ser un refuerzo útil a convertirse en el héroe improbable de los Mariners. En el Juego 1 impulsó dos carreras decisivas; en el Juego 2, un jonrón de tres carreras cambió el rumbo del partido y del ánimo de la serie. Con un swing compacto y silencioso, el dominicano encendió a un equipo que lucha por asistir a su primera Serie Mundial su historia, una que inició en 1977.

La serie se traslada a Seattle y allá, según dijo Polanco al final del segundo partido, les espera mucho ruido y energía de parte de los fanáticos. Su propósito es simple: «Seguir compitiendo, seguir compitiendo«.

Su desempeño tiene algo de justicia poética. Seattle apostó por él cuando muchos lo consideraban un jugador en declive. Hoy, Polanco demuestra que la experiencia y la serenidad también ganan partidos. No es un jugador eléctrico ni una estrella mediática, pero está haciendo lo que siempre soñó: producir cuando más importa

  • En una postemporada de héroes inesperadosJorge Polanco se ha ganado un lugar en la narrativa grande del béisbol. El hombre promedio de Minnesota se convirtió, en Seattle, en símbolo de oportunidad y redención.

Un dominicano se enciende y otro se apaga

El béisbol, como la vida, suele escribir sus propios contrastes. En la Serie de Campeonato de la Liga Americana (ALCS), otro dominicano, Vladimir Guerrero Jr., ha visto apagarse su ofensiva con los Toronto Blue Jays 

Símbolo del poder, el joven dominicano y figura central en la ofensiva de Toronto atraviesa un bajón inesperado. Luego de ser decisivo en la serie divisional con batazos de poder y liderazgo ante los Yankees, su madero parece haberse quedado dormido en la antesala del gran sueño.

En el juego 1, Guerrero se fue de 4-0, sin lograr contacto sólido ante el pitcheo de los Marineros. En el Juego 2, recibió una base por bolas y falló en tres oportunidades. Su promedio en blanco contrasta con su producción habitual y con las expectativas de un jugador llamado a cargar con la ofensiva de su equipo. Toronto, que depende de su presencia en el medio del orden, siente el peso de ese silencio.

La historia que se repite

El contraste entre ambos dominicanos resume la esencia del béisbol de octubre. Polanco, el jugador discreto, se enciende en el momento crucial y escribe una historia de redención. Guerrero, la estrella llamada a iluminar el escenario, se ve atrapado en la oscuridad de la presión. Uno disfruta el instante en que el juego se vuelve eterno; el otro pelea por recuperar la calma que convierte el talento en resultado.

En cada serie de campeonato surgen héroes que nadie esperaba y silencios que nadie comprende. Polanco y Guerrero Jr. son, en estos días, las dos versiones de esa verdad. Uno encarna el ascenso, el descubrimiento de un nuevo liderazgo. El otro enfrenta el peso de las expectativas que acompañan al apellido que lleva.

Para Seattle, Polanco se ha vuelto símbolo de oportunidad y confianza; para Toronto, Guerrero sigue siendo esperanza y frustración en partes iguales. El béisbol y la nacionalidad los une en la misma historia, pero los separa el destino de una pelota bien o mal conectada.

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