El maestro que ha encendido la chispa en generaciones de comunicadores.
Un referente vivo de accionar en opiniones y análisis certeros.
Por : Angel.Puello
A veces trato de escribir un artículo que toque los temas del crecimiento humano. Esta vez, además, quiero hablar de gratitud. Porque nadie llega solo al lugar donde sus sueños lo llevan: siempre hay manos que empujan, voces que orientan y figuras que iluminan el camino. En mi vida profesional, esa verdad tiene nombres que jamás olvido: el productor argentino Carlos Bas, el inmenso Freddy Beras Goico, el creativo argentino-brasilero Amílcar Vidal y el inolvidable Johnny Ventura. Más tarde, con Rafael Corporán, me tocó poner en práctica todo lo aprendido, consolidar mi identidad y descubrir mi estilo.
Pero si hablamos del Ángel Puello escritor, del columnista que hoy suma libros y artículos de opinión en diversos medios , debo reconocer a mi verdadero padrino en la palabra escrita: don Julio Hazim. Fue él quien me dio mi primera oportunidad como articulista, permitiéndome escribir en su periódico Caña Brava. Aquellas primeras columnas sobre artistas y temas sociales me abrieron la puerta a un universo que transformó mi vida para siempre. Ahí descubrí que comunicar no es solo un oficio, sino un llamado.
Desde entonces sigo a don Julio Hazim con agredecimiento y la admiración con la que se sigue a un maestro. Lo he visto evolucionar, reinventarse, adaptarse y mantenerse firme como una de las voces más sólidas, respetadas y coherentes de la opinión televisiva dominicana. Don Julio no solo es un veterano de los medios: es la gran referencia viva del análisis, un patrimonio que ha sabido interpretar la vida dominicana como pocos en diferentes etapas.
Durante las elecciones pasadas, fue impresionante ver cómo dio el salto de la televisión y la radio a las plataformas digitales. Sus apariciones se convirtieron rápidamente en fenómenos de alta visualización, demostrando que la credibilidad no se improvisa: se construye con décadas de seriedad, valentía y consecuencia. La magia de don Julio no es fruto de algoritmos; es fruto de carácter.
Y esa magia se ha mantenido incluso después de los comicios. En un país donde las tendencias cambian cada semana y donde las voces aparecen y desaparecen al ritmo de la moda digital, Julio Hazim permanece como un referente a escuchar con atención, un analista sin miedo, una conciencia crítica . Su programa Revista 110 no es solo un espacio de opinión: es una cátedra semanal de medir lo que nos pasa.
Las cualidades de don Julio son tantas, que tratar de enumerarlas es quedarse corto. Su rigor, su claridad al comunicar. Su capacidad para decir lo que muchos piensan y pocos se atreven. Su amor incuestionable por la República Dominicana. Su sensibilidad humana, muchas veces subestimada, pero siempre presente. Y su disciplina, esa disciplina férrea que lo ha mantenido décadas frente a las cámaras sin perder fuerza, sin perder brillo, sin perder vigencia.
Hoy escribo este artículo no solo por admiración, sino también por esperanza. Porque figuras como don Julio Hazim nos recuerdan que todavía existen voces que orientan, que elevan y que le hacen bien al país. Nos recuerdan que la opinión es un compromiso con la patria, un acto de servicio y no un show para likes.
Don Julio Hazim no es solo un veterano:
es un faro. Y los faros, aunque pasen los años, nunca dejan de alumbrar.
