A medida que compañías como Google y Facebook se convirtieron en gigantes a principios del siglo XXI, los reguladores optaron en gran medida por no interferir en el aún joven mercado de los servicios en línea.

Pero, en la actualidad, los reguladores han cambiado de rumbo: cuando se trata de tecnología, quieren ver el futuro y llegar allí antes que las compañías.

La decisión de las autoridades británicas el miércoles 26 de abril de bloquear la oferta de 69.000 millones de dólares de Microsoft por el gigante de los videojuegos Activision Blizzard ejemplifica este nuevo enfoque. Los funcionarios británicos afirmaron que una de las principales razones para rechazar el acuerdo era que podría amenazar la competencia en el incipiente mercado de los juegos en la nube, que les permite a los usuarios jugar sus videojuegos favoritos a través de una emisión en directo.

Ese argumento se está volviendo familiar. La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC, por su sigla en inglés), que el año pasado introdujo una demanda para bloquear el acuerdo de Microsoft por Activision, también expresó su preocupación por la competencia en los juegos en la nube, aunque en este caso la agencia se centró principalmente en el impacto en el mercado de los videojuegos de consola tradicionales.

Luego, este mes, la FTC le ordenó a la firma de biotecnología Illumina que vendiera una empresa que había adquirido, alegando que el acuerdo podría perjudicar a la competencia en el joven mercado de análisis de la sangre para el cáncer. Además, en julio, la FTC presentó una demanda para impedir que Meta, la empresa matriz de Facebook e Instagram, comprara una empresa emergente de realidad virtual porque, según la agencia, la compra le daría al gigante tecnológico un poder inaceptable sobre el metaverso emergente.

Estas acciones muestran cómo los gobiernos, frustrados por la velocidad con la que las empresas de Silicon Valley se apresuran a dominar las nuevas tecnologías, intentan predecir cómo los gigantes tecnológicos podrían perjudicar a la competencia en nuevas áreas y detener la situación antes de que suceda.

“Quienes hacen cumplir la ley tienen que estar a la vanguardia en esto”, afirmó Diana Moss, presidenta del Instituto Estadounidense Antimonopolio, el cual recibe cierta financiación de Microsoft.

La fascinación de los reguladores por prever cómo las grandes empresas de tecnología podrían perjudicar a la competencia se deriva en gran medida de la sensación de que fracasaron en evitarlo en el pasado. En las décadas de 1970 y 1980, los tribunales y los reguladores dificultaron que el gobierno probara que una adquisición podría perjudicar ilegalmente a la posible competencia futura. Los tribunales también han dicho que es difícil sortear la incertidumbre de las áreas jóvenes de la economía. Por lo tanto, los reguladores se centraron en gran medida en si un acuerdo podría dañar la competencia en los mercados maduros.

No se sabe con certeza si la nueva táctica predictiva les funcionará a los reguladores. En febrero, un juez falló en contra del intento de la FTC de detener el acuerdo de realidad virtual de Meta. Illumina ha dicho que planea apelar la orden de la agencia de vender su compañía fabricante de pruebas de sangre.

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